La vida oculta by Soledad Puértolas

La vida oculta by Soledad Puértolas

autor:Soledad Puértolas [Puértolas, Soledad]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 1993-01-01T00:00:00+00:00


15. LOS NOVELISTAS DEL XIX Y LAS MUJERES CASADAS

Si los relatos de las gestas nos suelen hacer una más o menos breve presentación del héroe, a las grandes heroínas de la novelística del siglo XIX las conocemos, desde las primeras páginas de las novelas, bajo el nombre de su marido, como mujeres casadas. Pero la elección de los novelistas está clara: es entonces, desde su posición de mujeres casadas, cuando han adquirido interés. Cómo llegaron al matrimonio no importa mucho. Soñaran lo que soñaran, con maridos más ricos, más guapos o más sensibles, allí están, desde las primeras páginas, emparejadas y nombradas bajo el apellido de sus maridos. Con la fugaz excepción, para confirmar la regla, del brevísimo preámbulo matrimonial de Emma Bovary.

Es en ese momento, cuando han alcanzado un estatus social que les confiere autoridad y respeto, cuando empiezan a vivir, cuando empiezan a plantearse interrogantes. El matrimonio, al otorgarles nuevas responsabilidades, les ofrece un margen completamente nuevo de libertad. Existen, al fin, como mujeres. Están al frente de un hogar, tienen una familia a la que cuidar. Y es entonces cuando se produce la fascinación del novelista, que tiene una predilección hacia los personajes que se mueven entre los extremos de una contradicción. Mujeres que disponen de tiempo, mujeres bellas y jóvenes, sujetas a la admiración pública, a la envidia y a la murmuración. Sujetas, sobre todo, a un insatisfactorio compromiso conyugal.

Recordemos un poco los conflictos fundamentales de tres personajes femeninos de la novelística del siglo XIX: Ana Karenina, Emma Bovary y la Regenta.

Emma Bovary, acostumbrada a soñar, estimulada su fantasía por la lectura de novelas sentimentales, cuyas heroínas viven amores apasionados y vidas plenas de emociones, no puede resignarse a la gris realidad que le ofrece el oscuro marido que es Charles Bovary. El mundo la decepciona, porque no hay en él ni honores ni romanticismo. Aprisionada en la vulgaridad, abandonada por su amante, sin haber podido encontrar un lugar en el mundo, pone fin a su vida ingiriendo una dosis de arsénico. La suya es la decepción del amor, el despertar del sueño. Emma ha sido engañada, ha sido preparada para el amor en un mundo donde el amor pronto se transforma en otra cosa. Un mundo sin espíritu. ¿Crítica de Flaubert que, precisamente, estaba inaugurando una nueva época: el naturalismo? Porque esa fue la apuesta de Flaubert: el objetivismo. Él, que no está presente en la novela, que se retira con exquisita y nada romántica discreción a los entresijos de los bastidores, pone ante nuestros ojos el tarro roto de los sueños de una mujer. Una mujer mal informada sobre los vaivenes de la vida y que, ciertamente, no concita todas las simpatías, pero que tampoco se merece tanto sufrimiento. Flaubert observa y cuenta. Se acabó el romanticismo, en la literatura y en la vida. Y si de lo primero hay que alegrarse —él es un abanderado de la nueva época—, de lo segundo…, de lo segundo tal vez debamos lamentarnos. Aparentemente, se limita a hacer la crónica de la decepción del amor.



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